ANACREÓNTICA 2
XXXI
OTRA ODA AMOROSA
Con vara de jacinto duramente me trataba Amor: él iba al paso, a mí a la vez correr me hacía. Y por medio de raudas torrenteras, por espesuras, por abismos, yo corría bañado de sudor. Y a mi nariz trepaba, a punto de morirme, el corazón.
Y Eros, refrescándome la frente con sus alas delicadas, al tiempo me decía: “¿Pues no resistes las fatigas del amor?”.
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