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Poesía griega

Anacreónticas (selección)

ANACREONTE

Anacreonte, Anacreónticas, Colección Hispánica de Autores Griegos y Latinos (CSIC), Salamanca, 1981.

 

 

LV

 

DE LA ROSA

 

Con la primavera, coronado de guirnaldas, mi amor pongo en cantar: “La rosa delicada me acompaña, me da vida”. Pues aliento es ésta de los dioses, ésta es también el gozo de los hombres, de las Gracias ornato en la estación de los Amores florecidos y juguete en las pasiones de Afrodita. Ésta es igualmente el centro de los versos y la planta más grata de las Musas.

Dulce es aventurarse por sendas espinosas, dulce al fin cogerla, y con manos ligeras, delicadas, darle un tibio cobijo acercándonos al rostro la flor de los Amores. ¡Qué deleite esto incluso para un sabio!

En convites y en las mesas y en las fiestas de Dioniso ¿qué puede haber sin rosas? De rosas son los dedos de la Aurora, de rosas los brazos de las Ninfas, de rosas hasta el cutis de Afrodita: palabras son éstas de poetas.

Remedio de dolientes es la rosa, a los muertos incluso los defiende, al tiempo mismo le quebranta el paso, pues su vejez no ingrata puede retener un olor de juventud.

Consagrémonos, pues, a elogiar su condición. A la vez que a Afrodita, del rocío de la espuma salpicada, paría la mar de sus azules aguas, y a Atena la guerrera, diosa que al Olimpo infunde miedo, mostraba de su testa el propio Zeus, que floreciese entonces la tierra consiguió el fresco y admirable retoño de las rosas, criatura prodigiosa de su parto.

Y a fin de emparejarla con los dioses venturosos, la planta gloriosa e inmortal Dioniso de espina la hizo flor, regándola de néctar.

 

 

 

 

 

 

LVI

 

DE DIONISO

 

 

El dios que al que labora mantiene infatigable y al bisoño en amores vuelve intrépido y guapo danzarín en cuanto bebe, ya desciende a traernos el filtro que es delicia de los hombres, el licor que alegra nuestra vida, el vino, la criatura de la vid. Aún al fruto encadenado, en las ramas nos lo vela, para que cuando corten el racimo la salud todos conserven, la del cuerpo que miramos y la del dulce corazón, hasta el año venidero.

ANACREÓNTICA 1

 Anacreónticas, CSIC, Madrid, 1981. (Trad. Máximo Brioso Sánchez).

XXXIII

 

OTRO POEMA

 

Cierta noche cerrada, cuando ya la Osa había girado de la mano del Boyero y los pueblos mortales todos reposaban agobiados de fatiga, presentándose entonces el Amor sacudió los cerrojos de mi puerta.

-“¿Quién –dije yo- a mis puertas así llama? ¿Mis sueños así me desbaratas?”.

Y Amor: “Abre –me dice-. Una criatura soy: no te amedrentes. Estoy calado y en noche sin luna voy errante”.

Tuve compasión de sus palabras, luz encendí al punto y fui a abrirle. Y un niño portador de arco allí contemplo, con alas y una aljaba. Junto al fuego hice se sentase, con mis manos a las suyas di calor, en tanto que su pelo de la humedad libraba.

Y Amor, curado ya del frío, “probemos, ea, este arco –me propone-, por si el nervio con la lluvia está dañado”.

 

 

ANACREÓNTICA 2

      XXXI 

OTRA ODA AMOROSA

 

Con vara de jacinto duramente me trataba Amor: él iba al paso, a mí a la vez correr me hacía. Y por medio de raudas torrenteras, por espesuras, por abismos, yo corría bañado de sudor. Y a mi nariz trepaba, a punto de morirme, el corazón.

Y Eros, refrescándome la frente con sus alas delicadas, al tiempo me decía: “¿Pues no resistes las fatigas del amor?”.

 

 Espíritus afines, 1849, A.B.Durand, Colección privada

ANACREÓNTICA 4

 XXIX 

Dura cosa no amar, pero amar dura también. Lo más duro de todo sin embargo no ser en amor correspondido.

No significa nada ante el amor la noble cuna. El saber, las cualidades pisotean, y sólo la mirada en los caudales ponen.

Maldito quien primero en dineros puso amor. Por su causa no hay hermano, por su causa ya no hay padres. Guerras, sangre por su culpa.

Pero aún más grave es que perecemos por su causa los que amamos.

 

 

ANACREÓNTICA 3

    XXX 

UN SUEÑO

 

Parecíame que en sueños yo corría con alas en los hombros, y que Eros, aun con plomo en sus lindos piececitos, a mi zaga iba y  me atrapaba.

¿Qué aviso tal sueño quiere darme? En mi opinión al menos que, enredado entre Amores incontables, escapo a todos ellos y en éste sólo cautivar me dejo.

 

 

ANACREÓNTICA 6

      XXII

OTRA CANCIÓN. A UNA JOVEN

 

Antaño quedó petrificada en los altos de Frigia aquella hija de Tántalo, y antaño la hija de Pandión también, pájaro y golondrina, levantó su vuelo.

Y yo en espejo transformárame para que de continuo me miraras, o túnica me hiciera, para que día tras día sobre ti fuese. En agua cambiarme quiero para lavar tu piel; esencia, mujer, volverme, y perfumar tu persona; sujetador de tus senos, para tu garganta perla, y hasta de sandalia hiciera: que con tus plantas te ruego sólo que me pises.

ANACREÓNTICA 5

    XXV

A LA GOLONDRINA

 

Tú, golondrina amiga, que cada año llegas, con el calor anidas y con los fríos te vas sobre el Nilo o sobre Menfis.

Amor sin tregua en cambio en mi corazón su nido teje. De sus crías la una aletea, la otra tiene el cascarón a punto, y a medio nacer ya alguna está. Y de continuo brota algarabía de esta nidada, con sus picos siempre abiertos. A minúsculos Amores los nutren los adultos. Y crecidos, a su vez, al punto paren otros.

¿A qué remedio acuda? Pues las fuerzas no me alcanzan para pregonar de Amores tal ejército.

ANACREÓNTICA 7

ANACREÓNTICA 7

 Rosas rosadas y amarillas, 1880,  Henri Fantin-Latour, Trust de Museos de York

XIX

 

ODA SOBRE AMOR

 

Las Musas a Eros ataron con guirnaldas y a la Belleza lo dieron de regalo.

Y ahora redimirlo pretende Citerea, a cambio de un rescate. Por más sin embargo que se quiera liberarlo Eros no parte y permanece allí: que en tal servidumbre está bien adoctrinado.

 

ANACREÓNTICA 8

      XV 

A UNA PALOMA

 

Paloma encantadora, ¿de dónde, de dónde vuelas? ¿De dónde por el aire apresurada destilas tanto olor de esencias?

¿Cuál es el nombre de tu dueño y a quién sirves?

“Anacreonte me ha enviado ante un niño, ante Batilo, que ya es de todos amo y soberano. A Anacreonte me vendió Afrodita al precio de un himno de contados versos, de Anacreonte sólo servidora soy.

Y ahora ¡qué cartas suyas conmigo llevo! Promete él de inmediato dejarme libre, pero esclava a su lado seguiré, así me suelte. Pues, ¿a qué habré de volar por montes y por campos, posarme en la arboleda, picoteando cualquier fruto silvestre?

Ahora como pan que de las manos arrebato del propio Anacreonte, me da de beber el vino con que brinda, y con sólo beber me entregaré a sus ritmos, y a mi amo… velaré con mis alas. Echada duermo luego sobre su lira misma.”

 

ANACREÓNTICA 9

    XIII 

SOBRE EROS

 

Quiero, quiero amar.

A amar me invitó Eros. Por falta de cordura no supe hacerle caso. Y él, tomando al punto el arco y la dorada aljaba, desafióme en duelo.

Yo eché sobre mis hombros, como Aquiles, la loriga, tomé lanzas y escudo y con Eros batallé. Me arrojaba dardos, yo los esquivaba y, al tiempo de agotarse su arsenal, en cólera estalló. Luego al instante sirvióse de sí mismo como flecha, me traspasó por medio el corazón y dejóme quebrantado.

Y en vano escudo llevo, pues ¿a qué por fuera protegerme estando ya la guerra en mi interior?

 

ANACREÓNTICA 10

 Anacreónticas, CSIC, Madrid, 1981. (Trad. Máximo Brioso Sánchez).

VI

 

SOBRE AMOR

 

Mientras tejía cierta vez una guirnalda hallé entre las rosas al Amor, y de las alas tomándolo en el vino lo arrojé. Me lo bebí y ahora siento comezón de sus alas por dentro de mi cuerpo.